Las cosas cambian con el tiempo pero otras
permanecen iguales. Algo que no ha cambiado a través de los años, es
el placer de sentarse en una mecedora. Con su balanceo es interesante
mirar hacia atrás y recordar los años vividos, y las experiencias
alrededor de ellas .Son un trabajo de artesanos y ebanistas que con
orgullo mantienen su calidad y elaboración étnica. Las hechas de mimbre y
ratán, madera torneadas con estilo victoriano, las de tablas de madera,
pintadas de colores o color caoba. Forradas de guano, de pajilla. De
hierro tejidas con cintas plásticas o soga de nylon. Las de bambú, de
fibra de vidrio, de palitos. Adornan las galerías, las salas, las
terrazas, las habitaciones, las enramadas, los frentes de las casas. En
cualquier lugar del hogar que se ubiquen siempre son las preferidas para
ver televisión, leer el periódico, o simplemente para sentarse a dormir
un sueñito. Tomarse un cafecito a media tarde o debajo de una cabañita
de cana abanicada con la fresca brisa marina.
Otro placer es el
sentarse mirando un punto fijo con su vaivén para atrás y para adelante.
El pisarle el rabo a un gato un perro es común, de que un chiquito
gateando o caminando se les machaque sus deditos a veces también pasa. Cuando se quiere
asustar al que este sentado y por detrás girársela de repente. El querer
poner a veces fogaraté para que el vecino molestoso no vuelva a
sentarse y acomodarse en ellas. Las de guano que a veces las chinchas se
esconden y solo le dejan el rampano y la picazón al que se sentó. Los
forros para el espaldar tejidos, de tela o retazos que adornan su
respaldo. Los brazos cuando comienzan a despegarse de tanto uso los
clavos. Los balances que se parten o se despegan
y alguien se cae. Las abuelitas tejiendo y bordando en ellas, las
madres arrullando los bebes, las de los niños que siempre le compran o
les regalan una en el Dia de Reyes. Los que se acomodan cuadrosamente para bombardear sus
famosos gases .Las jugadas de domino. El fumarse un tubano o un cachimbo debajo
de un palmar. Todas buscadas y valoradas por los que saben el placer
de perderse con los ojos cerrados en su jamaqueo.
Para mí siempre han sido las preferidas y siempre lo serán. En ellas veo a algunos de mis seres queridos algunos fallecidos y otros ausentes por la distancia. Tantos recuerdos valiosos que nunca abandonaran mis memorias; como la mecedorita que tenia cuando estaba chiquita, el caballito azul de madera con balances también se jamaqueaba.
No vivo solo en el pasado. Recuerdo los buenos y sencillos momentos de la vida, de los años que se fueron y no volverán; de las memorias positivas que ahora soy responsable de crear en mi generación. De estar consciente, que con en el simple balanceo de una mecedora, con los ojos cerrados, transcurre un lapso en que a veces me escapo de mi presente, y que en un simple abrir y cerrar de ojos todo se esfuma, y vuelvo a despertar en mi lugar de despegue.
Esmirna Rivas Tejeda© 2006
Para mí siempre han sido las preferidas y siempre lo serán. En ellas veo a algunos de mis seres queridos algunos fallecidos y otros ausentes por la distancia. Tantos recuerdos valiosos que nunca abandonaran mis memorias; como la mecedorita que tenia cuando estaba chiquita, el caballito azul de madera con balances también se jamaqueaba.
No vivo solo en el pasado. Recuerdo los buenos y sencillos momentos de la vida, de los años que se fueron y no volverán; de las memorias positivas que ahora soy responsable de crear en mi generación. De estar consciente, que con en el simple balanceo de una mecedora, con los ojos cerrados, transcurre un lapso en que a veces me escapo de mi presente, y que en un simple abrir y cerrar de ojos todo se esfuma, y vuelvo a despertar en mi lugar de despegue.
Esmirna Rivas Tejeda© 2006