Envolver a nuestros hijos en
nuestras actividades diarias es la clave en mantener una familia unida, y
modo de inculcarles los valores, costumbres y tradiciones en las que
muchas mujeres fuimos enseñadas, alrededor de las matriarcas de
nuestras familias, en un centro común , la cocina.
Incontables influencias que las mujeres han dejado a través de la historia, y los
valores que han transmitido al alimentar a sus familias y nuevas
generaciones. Nosotras madres modernas, presas de horarios y
presupuesto monetario, hemos adaptado nuestra alimentación a nuestro
estilo de vida. Hemos perdido la tradición de sentar toda la familia a
la hora de consumir los alimentos. Nuestros hijos pequeños y grandes,
cada uno con sus ocupaciones escolares, laborales y sociales. Nosotras
también, atrapadas en el tráfico, el trabajo, el esposo, el
supermercado... Basándome en mis experiencias al residir fuera de mi país.
Cuando contamos con un presupuesto medido a nuestras
necesidades, el ahorro es parte imprescindible en la distribución del
dinero equitativamente, en comparación a nuestros gastos. Mi caso como
el de muchas mujeres dominicanas, emigrantes en otros países, hemos
tenido que adaptarnos a las ciudades en donde residimos, y estructurar
nuestro menú. Crianza, en nuestra islita caribeña, con las opciones de
conseguir los frutos, vegetales, carnes, condimentos y hierbas frescas,
en el mercado, el colmado y la pulpería, la guagüita anunciadora,
ventorrillos, las marchantas. Frescos en olor y sabor. La yuca todavía
sucia de lodo, los tomates huelen a recién cortados, las berenjenas
brillan, los molondrones crujen, los plátanos manchan, la verdura/cilantro con
boronitas de tierra, huele la lechoza, huele el mango, chinolas,
granadillo y zapote.
Es interminable la variedad de frutos
tropicales frescos y las hortalizas recién cortadas. En el mercado,
orégano poleo tostado y molido, ajícitos gustosos, repollo picadito,
arroz y las habichuelas en sacos. En la carnicería, huele el sebo del
chivo, se respira el bramido de la res, bailan las moscas alrededor de
la longaniza y el bofe. Un perro viralata, enredado en nuestros pies
velando alguna pitrafa. Una latica de limón agrio, nísperos o pan de
fruta, y el señor aguacate que acompañará la comida. Guineos maduros
pintos, plátanos maduros pa’ unos fritos. El panecico, los dulces artesanales y típicos, las hierbas y raíces medicinales, las
escobas de guano, el macuto, hasta la bacinilla; todo lo vendido en el mercado de agricultores y sus alrededores.
Una forma muy
practica de ahorrar cuando se va de compras, es preparando una lista de
los artículos que se necesitan. Envolver a nuestros hijos, darle
responsabilidad en tomar nota y una lista de lo que falta durante la semana. Poner
una balanza entre lo que alimenta y lo que en verdad se necesita, si
comen mas frutas que vegetales, comprar lo imprescindible, una semana se
prepara un menú con platos simples, intercambiando un día con pasta otro
arroz y habichuelas, mariscos, etc. Al envolverlos desde como y cuanto cuesta la comprade los alimentos. La organización y cada cosa en su sitio, aprenderán a valorar
la inversión de tiempo y monetaria que hacemos para alimentarlos.
Parte
del proceso del aprendizaje en la cocina está en la práctica.
Envolviendo a nuestras hijas que son las futuras responsables de la
alimentación de sus propias familias. Preparando las carnes, el
sofrito, pelando los plátanos (que mi hija mayor los pela mejor que yo)
limpiando el arroz, cortando las hortalizas o preparando las ensaladas.
El punto está en captar su atención y hacer de todo el proceso de
instrucción lo mas practico e interesante posible, hablar con ellas, preguntándoles cómo fue su día, mientras uno va fregando los platos o utensilios que se
han ido utilizando. Compartir con ellas secretitos de cocina y así les
será más interesante el aprendizaje de nuestros secretos culinarios.
Preguntarles que quieren comer, ese día, si esta al alcance del tiempo, en prepararlos, ya con la carne previamente descongelada o las
habichuelas o guandules enlatados. Notas en el refrigerador o en una
pizarra, si quieren comer en la casa o si se puede en algún restaurante.
“Enseñar es Aprender” comer juntos, además de reforzar la
calidad de tiempo, permite que cada miembro de la familia se sienta
importante y sincronizado con lo que pasa en su hogar. Según las edades
y las responsabilidades escolares, el horario de la tarea se puede
llevar a la par con la preparación de la cena, en el comedor con la
computadora. Es un aprendizaje mutuo de cosas que ya sabemos y de otras
que hemos olvidado. La seguridad también es parte esencial, como
manejar los cuchillos afilados, cuidado con el mango de los sartenes, el
caliente de la hornilla. La limpieza, lavarse las manos si ha tenido
que cortar la carne, desinfectar. Los más pequeños, instruirlos en
colocar los mantelitos, los cubiertos, su plato favorito, las
servilletas. Esta conexión con tus hijos y con tu vida culinaria es un
tiempo invertido, que al pasar los años verás los resultados, cuando tus
hijos se luzcan cocinándote, o como cocinan para otros, con el mismo esmero
que le enseñaste a apreciar, como tú cocinas.
Esmirna Rivas Tejeda ©2008