EN UN CONVITE

 
En un convite d
e pasadía, se juntaban vecinos y familiares en el campo, quienes llegaban desde pueblitos aledaños o por igual quienes vivían en la ciudad. Celebrando lo bien que les había ido ese a
ño en sus cosechas. 
Previamente meses y días transcurrían entre preparar sus parcelas para la siembra. 
Ajustando empalizadas, con alambre de púas. 
Emparejando y cortando ramos, varas, palos, desenterrando troncos, arando la tierra, desyerbando matorrales. En la enramada detrás del bohío, almacenaban: mocha, botas de goma, hacha, machete, coa, asada, soga, sacos, huacales, cuaba, carbón, leña, bidones de agua. Caney techado en canas de palma, donde descansaban y se guarecían del sol y aguaceros. ¡Sembrando hielo!

Yuca Asada y Majarete

Asando yuca en medio del conuco, mientras mi abuelo materno Humberto construía y reparaba empalizadas, según me relata mi madre Gisela. Como ella y su hermana Nellys cuando eran pequeñas, lo acompañaban de pasadía algunas veces. En parcela ajena, arrendada sembraba y cosechaba por temporadas. Campos y parajes desde la Fortaleza de Baní hasta El Recodo. En alguna de nuestras amenas conversaciones de mi niñez, me había contado como amanecieron el y sus compañeros jornaleros; una tarde quedaron atrapados por un mal tiempo de agua, no pudieron volver al pueblo esa nochecita. Mientras se caía el cielo, ellos resguardados en el bohío de la finca, durmiendo en catres y hamacas.  Preparaban de cenar un majarete en un anafe de carbón. En la olla mientras meneaban el majarete para que no se pegara del fondo, al cual inesperadamente le cayera un lagarto del techo de canas, causando un estallido de carcajadas entre todos, sacaron al no convidado del majarete y aún así, se lo comieron. 
En otra de sus facetas mi abuelo Humberto, alquilaba pueblo abajo en la esquina de la calle Santomé con Cambronal, un colmado. Cuando ya su situación había mejorado; sus cuatro hijas mayores ya habían crecido, cada una estudiado en sus respectivas vocaciones, las cinco hijas fueron estudiantes ejemplares: "Las Tejeditas", para después cuatro de las cinco dedicarse al Magisterio, fueron Maestras muy queridas en la Capital y en  Baní.

Arepitas de Mano o de Burén 

Recuerdo en unos de mi viajes a Santo Domingo, me había comentado tía Nerys (Nellys) en una de nuestras largas charlas, como en la sala cerca de la entrada del bohío, mi abuelo Humberto les fabricó un estante de madera, con cinco espacios individuales para que pusieran cada una sus materiales de la escuela. Relata mi mamá, que escribían con lápiz en uno o dos cuadernos sin dejar espacios durante el año escolar, y como siempre se les terminaban las páginas; iban borrando y guardando los mismos cuadernos para usarlos en el próximo curso. En cierta ocasión cuenta mi mamá que estuvo un tiempo en casa de su abuela paterna Edelmira, dijo que no volvería para la escuela. A los tres días llegaron policías a buscarla porque no había asistido a clases, ella escondida debajo de una cama, escuchando como su abuela prometió enviarla al día siguiente; nunca mas faltó.  

Pilones de Madera y Locrio de Tórtolas

La más pequeña de mis tías, Soledad, enunció antes de graduarse del Bachillerato que: "No quería ser Maestra y no terminaría la escuela". Luego al haberse graduado con honores, por sus habilidades e inteligencia (años 60's y 70's) El Banco de Reservas en Baní, le obsequió una libreta con una Cuenta de Ahorros, y un depósito de RD$40 pesos; en aquel entonces era considerado una buena suma de dinero, para un empujoncito. Humildemente entre toda la familia, hicieron lo posible en apoyarla para que asistiera a la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Su vocación, desde siempre había anhelado ser Doctora. Su especialidad en: Ginecología y Obstetricia, la cual ejerció humildemente. Fue apreciada y reconocida en el pueblo de Azua de Compostela, por su entereza y humildad. Treinta años ejerció antes de retirarse.

Mis abuelos maternos a pesar de sus circunstancias, su prioridad siempre fue la educación de sus hijas. Como toda familia de escasos recursos, tuvieron sus días amargos, trabajaron con mucho esfuerzo, en todo lo que se disponían hacer. Fueron personas de fe, honradas, respetuosas . Por igual nuestra conducta y las buenas calificaciones de nosotros los nietos, contaban para ellos, siempre demostraban lo orgullosos que se sentían.

La mejor o única educación superior que podían las mujeres, de escasos recursos económicos en ese entonces recibir, para dedicarse o adquirir maneras de sustentarse, que no fuera siendo empleadas domesticas eran: Enfermería y Magisterio. En un país que atravesaba una de las épocas mas horribles en casi quinientos años de su historia, donde la libertad y la muerte de tres mujeres, hermanas ¡Heroínas!, había sido expuesta ante el mundo, y por consiguiente retornaría a pasos agigantados, la privada libertad de la que ellas y todo un país fueron negados.

Mermelada de Guayaba y Harina de Maíz con Leche                                                     

Mi abuela materna Isabel, mujer altruista, emprendedora e industriosa. Hacendosa modista y costurera, con esa laboriosa labor,  ayudó a mi abuelo a criar sus cinco hijas (Gisela, Nerys, Bertha, Belkis, Soledad). El primer y único hijo varón que tuvieron falleció a los diez días de nacido, de muerte natural, cuando residían en El Llano, Baní(José Antonio) (2024 sobreviven: Gisela, Bertha, Belkis)

Ella fue conocida en el pueblo de Baní, por saber arreglar sombrillas y paraguas, reparaba las varillas o les cosía forros nuevos. En esa época cuando se acostumbraba a confeccionar la ropa por encargo. Cortes de tela por yarda. Patrones de vestidos en revistas y figurines, los cuales en mi niñez me encantaba hojear. Mis tías, quienes por igual que mi abuela Isabel habían aprendido el oficio de modista, según crecieron cuando vivían en un bohío techado de cana, en la calle Palo Hincado, pueblo abajo en Baní (años 40's y 50's) Labor que mi abuela continuó ejerciendo en la calle Cambronal, cuando habían construido una casa de madera techada de canas, la cual años mas tarde remodelaron y techaron con planchas de zinc. Desde el 3 de Marzo de 1950, hasta el día presente propiedad de nuestra familia.

Arepa Dulce y Locrio de Arenque

Según me cuenta mi madre Gisela, no le gustaba cocinar por el humo y el caliente que emanaba del fogón de leña, o del anafe de carbón. Se cocinaba mas en ollas de barro en ese entonces, poco a poco fueron introduciendo ollas y calderos, en la cocina tradicional. Entretanto mi abuela, la disponía a coser ruedos, ojales y pegar botones o desatar costuras. Se escapaba de cocinar en algunas ocasiones. Productiva al igual que mi abuela y sus hermanas, elaboraba muñequitas de trapo, con retazos y sobras, las cuales vendía por un chele (centavo)En el tiempo de mi niñez, el Baní de los años 70's. Me enviaba mi abuela, sola pueblo arriba a comprar elástico fino y grueso por yarda, carreteles de hilo, encajes, botones, broches. Una maquina de coser Singer, siempre recuerdo el olor al aceite de coco, el cual mi abuela untaba en la correa de cuero, la cual le daba movimiento con el pedal de dos pies, para que la bobina y aguja ensartadas cosieran las costuras. Oficio que afectó la curvatura de su espalda de por vida. Su primera máquina de coser, era de manivela o manigueta.

Chambre de Guandules y Sopión de Habichuelas

Una superflua comparación y contraste entre mi familia materna y paterna, seria como darle la ida y la vuelta a la ruta entre El Cibao (La Vega) y el Sur (Baní) y viceversa, en varias ocasiones. Ambas familias viviendo circunstancias diferentes, pero muy similares en cuanto a la pobreza, educación y sustentamiento de sus hijos. Ambos padres de familia se dedicaban a la agricultura. Mi abuelo paterno  Juan en La Vega, surcando la tierra como arador con junta de  bueyes; y mi abuelo materno Humberto en Baní, también campesino, construyendo y reparando empalizadas. 

Batata Asada y Queso Artesanal 

Mi abuela paterna Adela, originaria de San Francisco de Macorís, nieta de un español. Abuelo Juan parecía "un taino perdido en el Cibao" bajito, piel canela, pelo liso. Criando seis hijas y siete hijos, en total trece con abuela, de otros no sabemos. Con menos posibilidades y mas trabajo, de año en año mayormente dejaba a abuela sola. 

Mujer industriosa y creativa, era mi abuela Adela, sobrellevando la responsabilidad de la familia en muchas ocasiones, lo cual afligió su salud física de por vida, mujer quejumbrosa y con sentido de humor. ¡Pobre abuela Vichín!, fuerte como un roble, mujer de fe hasta su último suspiro. Una excelente cocinera, sus hijas heredaron su destreza en la cocina. Entrenamiento cual continuaron aprendiendo mientras crecían en Jagua Gorda, La Vega.

Posteriormente se mudaron en San Cristóbal, cuando abuelo Juan  consiguió terreno en Sabana Toro, con la repartición de parcelas, apropiadas por su cercanía a 'La Casa de Caoba' de aquel innombrable General. Mis tías mayores Antonia y Anjelica, tuvieron sus Frituras y Comedores, ambas criaron sus familias por esa encomiable y honorable labor. (Antonia, Anjelica, Mimí, Milagros, Ramona, Nena) (Bolivar, José, Apolinar, Viviano, Isidro, Pedro y Milito falleció siendo niño) (2024 Sobreviven: Antonia, Bolivar, José, Isidro, Pedro) (tía Milagros fue la única maestra de la familia).

Panecico y Yuca Frita

Todos cargamos un macuto rebozado de responsabilidades en nuestras espaldas. Tal como jugar ¡A la garata con puños!, por golosinas. Procrear, criar, educar y disciplinar a los hijos, no garantiza que llenaran todas nuestras expectativas como padres. ¿Nos fallaron? ¿En qué fallamos? Se repite el mismo patrón en una generación pasada y en una venidera con algunos frutos dañados, otros madurados con carburo u otros frescos y radiantes.

Aunque no nacieron con "un pan debajo del brazo" nuestros antepasados, muchos de ellos iletrados. Poseían sabiduría y conocimientos para sobrellevar sus carencias, de la mejor manera posible.  Presos de la decadencia humana imperfecta. Carentes de afectos y excesos de disciplina. No era prevalente la importancia de la salud mental, ni contaban con el dialogo abierto, individual o en conjunto como sociedad y familia; tal y como aun son muchas personas escépticas, cuando se refiere a esos temas, hoy en dia. La malnutrición de los adultos, niños, mujeres y sus embarazos  comiendo yuca, batata y plátanos. No todo el mundo comía carne tampoco todos los días, a pesar de prevalecer la vida campesina en todos sus aspectos, en la Sociedad Dominicana del ayer, presente. 

Padres, madres,  hijos e hijas, humildes trabajadores, sacrificados campesinos...

Esmirna Rivas Tejeda© 2024 

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