"En un santiamén revivir memorias confinadas en un baúl, se convierte en una engañosa gruta oscura, sin fondo. Lugares, personas, alimentos, el paisaje; todos se tornan diferentes entre el recuerdo y la realidad".
Sucedía en aquellos días, cuando la luz del sol marcaba el día. Luna, noche sombría, destellos, estrellas fugaces, truenos en la lejanía. Silenciosamente el tiempo se diluía en bohíos tabicados y empañetados con boñiga (estiércol de vaca seca), barro y cal. Paredes sustentadas por tablas de palma, horquetas y horcones, entretejidas con fibras de maguey. Cal y arena, blanca; pañete por dentro y por fuera; embarrada con una escoba de guano; pintura en colores fuertes, tornaban en tonos pardos, tenues, color pastel; tal como la vida sin prisa. Techado de canas entretejidas en caballete de palos, pencas de coco, guano. Piso de cemento gris con su color peculiar o sencillamente tierra aplanada, barrida con escoba de ramos silvestres. Remontando su valor histórico, a su identidad Taína, Africana e influencia Europea.
Diaria rutina para comer, sembrando, cosechando para subsistir. Lavando atuendos a mano, por encargo. Almidón de yuca para que las costuras y filos no perdieran su forma. Plancha de hierro calentada en las rojizas brazas, del carbón de leña, en un anafe sediento. Humo, vapor, burbujas, jabón de cuaba, batea de madera, cordeles de alambre dulce, bidones para buscar agua, a pie. Rústicas zapatillas “maricutanas” fabricadas con suela y puntillas, marcaban sus pasos en las calles sin aceras, tierra, cascajo, polvo, canillas cenizas. Casas típicas de estilo victoriano; madera tallada, cubiertas con planchas onduladas de zinc u otras de cemento y madera. Alrededor del Parque Central, estaban las únicas calles pavimentadas.
Pueblo abajo, bohíos techados de cana, casas rusticas de madera, cocina afuera, baño anexado o la mayoría con letrinas también detrás de la casa. Noche; velas, lámpara de gas y lamparitas husmeadoras. Campos, parcelas, lomas, agricultores, chuineros, poetas, decimeros, retahílas. Fiestas patronales. Convite entre compueblanos ayudándose entre sí, para construir o reparar sus bohíos, entretejiendo empalizadas; también para recoger sus cosechas de: Tomate, batata, mango, cacao y café. Caña de azúcar, sal de mar...
Esmirna Rivas Tejeda© 2023
*(recordando mi bisabuela paterna, lavandera)
Se vestía con resguardo, impecables guantes de encaje, vestido de algodón, enmarcaban su elegante y modesta figura. Anillos ornamentados en cada dedo de sus manos, sin ostento. Sombrero medio perfil, redecilla dorada, acariciaba su sonrisa recatada, entrelazada en su pelo ondulado color azabache; piel de porcelana, ojos castaños. En la prontitud, sus zapatos de terciopelo con lazos y hebillas: Opacas, cuadradas, ovaladas, redondas, o ninguna. Cuales afirmaban cada uno de sus pasos, con tesón y donaire. Se vestía con clase, algo que no era común entre la gente pobre en ese entonces. Falda con pliegues, cuidadosamente plisados con almidón de yuca. Medias cubrían sus tobillos, encajes bordados coincidían con el ruedo de la falda, discreta enagua. Crinolinas varias; tela de tul, botones decorados. Bolso, en su antebrazo izquierdo. Delicado pañuelo de algodón bordado por ella con sus iniciales. Modista, cosía su propia vestimenta.
Parecía una muñequita de porcelana, pintada con pincel de seda. Sofisticada, discreta; planeaba su salida o diligencias, un día de la semana, por meses consecutivos. Sillas diversas, elaboradas con madera fina de Caoba y canas de mimbre (pajilla) entretejidas a mano; alineadas en la sala de aquel humilde bohío, en las cuales días de antemano, desplegaba sobre ellas su atuendo y accesorios, resguardados en un cofre al pie de su cama. Aferrada a su cartera, no la soltaba dondequiera que visitara, aunque fuera la iglesia. Nadie nunca supo donde era aquella predecible escapada. Un portarretrato en grande, dorada cañuela y su rostro en sepia, se lucia en la sala. Alumbrándose con lámpara de gas, ni electricidad tenían. Analfabeta. No se casó, ni tuvo hijos. Feneció sola, en aquel humilde y acogedor hogar en la calle Beller, donde residía con sus cuatro hermanos de madre, no supo quien fue su padre. Alli vivió y feneció mi "Tia Dolorita" en realidad tía de mi mamá; falleció pocos meses después de haber nacido yo. Pueblo abajo, en el Baní de mi ayer.
Esmirna Rivas Tejeda© 2023
*(tía Dolorita, hermana de mi abuelo materno)
Continúa…