LAVANDERA

La Vieja Fefa con un mal matrimonio y un hijo a rastro, una pierna tullía que le dejó el ciclón San Zenón. Andaba de puerta en puerta ofreciendo sus servicios de lavandera. Las vecinas les confiaban el lavao'. Le llevaban la ropa sucia envuelta en sábanas, las cuales ella les devolvía lavadas y planchadas.  Con los chelitos que ganaba alimentaba a su muchachito, el cual andaba como rabito detrás de ella. Entre espumas de jabón, de cuaba y su batea, entre lavadas y planchadas, tullía; con sus penas que las ahogaba, con el estruje de sus manos. Sus uñas sancochadas de tanta humedad, a que las exponía; mandaba su muchachito a la escuela. 

Su muchachito crecía entre cargar el agua con los bidones, ayudaba a su mamá a juntar la leña para hervir la ropa. Planchando con una plancha de carbón y almidón de yuca, los trapos que le daban el pan. En las mañanas, las pasaba metida en sus charcos y cordeles, que tenía en su patio; parecía un cielo cuando tendía toda la ropa blanca. Aguaceros inesperados, la amargaban y le hacían salir corriendo, con su pata tullía a recoger los cordeles de alambre dulce. A veces le encargaba alguna mujer parida, los paños cagados de sus recién nacidos. Entre mierda, jabón, almidón, seguía su vida de lavandera. Trapos de gente quienes como ella, subsistían y la ayudaban con lo poco que tenían; víveres o los mismos harapos que ya no querían.  Una sábana de tela de macario, la partía en dos; una para ella y otra para su rabito. Cuando ya se gastaban, las hacia retazos, unos para fregar o trapear, otros para forrar alguna mecedora o sus muebles de palitos, simple mantelitos de retazos, cuales cosía a mano. 


Su muchachito, estudioso y aplicado no se quejaba de su vieja Fefa, la observaba en silencio y obedecía a su madre aunque su Padre fuera un sinvergüenza. La vieja Fefa orgullosa de su rabito, en silencio también lo observaba. Pasaban los años entre cordeles, planchados y lavados, entre espasmos de sus dedos y coyunturas pasmadas por los cambios bruscos, de caliente a frío que las exponía. Su pierna tullía; rabito seguía creciendo en su mundo de burbujas, las cuales con el primer ojo de jabón que le daba Fefa a la ropa y un tallo de lechosa soplaba burbujas; llenaba de risa corriendo entre los cordeles a la Vieja Fefa.


Rabito, muchachito. Tu Vieja Fefa, ya no puede lavar más. Ya no estruja, ya no tiende, ya no plancha, ya no cojea. Rabito, muchachito, aplicado y tan bueno, estudiaste te graduaste y a tu Vieja Fefa jamás olvidaste. Vieja Fefa lavandera con tus trapos, tus lavados mira tú rabito, tu muchachito, un hombre graduado, estudiado; entre burbujas de jabón de cuaba y tu batea. 

Esmirna Rivas Tejeda ©2006