Don Quijote De La Mocha

Con opulenta gallardía, porte militar, esbelto, languidezco, obstinado. Su cabeza erguida, mirada perdida hacia el sol. Sujetando al lado izquierdo de su cintura, una vaqueta de cuero, en la cual resguardaba su espada, sin filo (una mocha). Se jactaba de sus innumerables medallas (tapitas de refresco martilladas) cuales nombraba cada una por sus  cuantiosas batallas. Un traje militar improvisado, ropa ancha aliñada, en la que encajaba su cuerpo huesudo. Marchando de un lado para otro,  frente a la acera de su casa. Un jinete sin caballo; al menos uno de madera rechinante y con balances,  donde la siesta sin horario, apaciguaba su interminable cabalgata; en su montura, hecha con retazos de tela. Nomenclatura de caballero real, pelo blanco y un bigote señorial. Una lanza con aspecto de escoba, resguardaba su valentía. Ladridos, perros escoltaban, su jornada en las anchas llanuras de su mente. 

Un nuevo día; gallera, gallos lo despertaban de su agonía nocturna, no descansaba, recordando bayonetas, cañones, espadas, armadura de hojalata. Botas altas hasta las rodillas, negras de hule. Tomando su montura, emprendía otra aventura en ese día. Cabalgando con mirada perdida en la distancia, divisando sus gigantes contrincantes. Un árbol salpicado con hojas de periódico, fundas de papel; cuáles el viento y su mirada borrosa, engañaban su realidad. Intuía aquel indomable gigante, con valentía inmensurable, quería derribarlo con su lanza. Nadie más acompañaba tal aventura imaginaria, distinguía a lo lejos un rucio sin montura, escoltando su sombra. Aquel susodicho caballero y sus perros, uno de ellos "ancho y panzón" cuando ladraba llenaba a su amo de valentía, creyendo que su altruismo era envidiado; por los comensales de su villa. Para el en su mundo novelesco, una dama distinguida, era la perfección personalizada, su modesta y vislumbraste silueta, ilusionaba al hidalgo con su garbo, cuando caminaba por la acera, en frente de su casa.

Libros, cátedras, enciclopedias, leídas por el; se había metido de lleno, en sus personajes. La Edad Media se enfrascó en su mente. Nunca fue militar, ni siquiera había sostenido en sus manos, un arma de fuego u otro artefacto. General, por vivir en una calle con ese nombre. Sobreviviente de una dictadura de treinta años. Fue empleado, retirado. Tuvo familia, hijos... Agricultores, mancha de plátano, quizás eso lo asocia en mis recuerdos, con otro pintoresco personaje. Yo, esquivaba pasar por el frente de su casa. El, caminaba en la acera, de un lado al otro; súbditamente se paraba a vociferar a los cuatro vientos sus hazañas y otorgadas condecoraciones, de una vida pasada, e imaginaria. 

Esmirna Rivas Tejeda ©2004

*Revisado del original ©2023

Continua... "Entre Locos Mansos y Cuerdos". 

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