Érase una vez en mi mundo de muñecas



En sepia debí haber nacido, 
en blanco y negro crecí, de 
colores pinto mis recuerdos".
Perdidos y encontrados se han quedado incontables recuerdos en mi memoria, de años simples, hojas caídas, primaveras desvanecidas, veranos en la playa, de mangos, guayabas, cajuiles y nísperos; del campo y sus cosechas. 

Recuerdos renacen al amanecer, en las montañas, en el olor a campo donde retoñan mis remembranzas de días prolongados, entre el viene y va de una hamaca, en el sillín de una bicicleta. El columpio me embrujaba cuando el viento tocaba mis mejillas. Caballitos voladores, mariposas, atrapando cocuyos en botellitas de vidrio, y grillos en funditas vacías de esquimalitos, en el recreo cuando estudiaba en la escuela Canadá, allá en el Bani de mis recuerdos.
Escarabajos (catarrones) cubría su caparazón, como si estuvieran en una competencia, con tapas de refrescos embotellados, se movían de un lado para otro, en las noches, recostada en el piso fresco de la galería de mi casa. Lápices de colores, dibujos, garabatos en mis cuadernos de la escuela. El arco iris, lloviznas, gotas finas tocaban mi tez color canela, dorada por el sol tropical; quemaba mi espalda.

Don Quijote De La Mocha

Con opulenta gallardía, porte militar, esbelto, languidezco, obstinado. Su cabeza erguida, mirada perdida hacia el sol. Sujetando al lado izquierdo de su cintura, una vaqueta de cuero, en la cual resguardaba su espada, sin filo (una mocha). Se jactaba de sus innumerables medallas tapitas de refresco martilladascuales nombraba cada una por sus  cuantiosas batallas. Un traje militar improvisado, ropa ancha aliñada, en la que encajaba su cuerpo huesudo. Marchando de un lado para otro frente a la acera de su casa. Un jinete sin caballo; al menos uno de madera rechinante y con balances (mecedora)donde la siesta sin horario, apaciguaba su interminable cabalgata; en su montura, hecha con retazos de tela. Nomenclatura de caballero real, pelo blanco y un bigote señorial. Una lanza con aspecto de escoba, resguardaba su valentía. Ladridos, perros escoltaban, su jornada en las anchas llanuras de su mente.