Érase una vez en mi mundo de muñecas



En sepia debí haber nacido, 
en blanco y negro crecí, de 
colores pinto mis recuerdos".
Perdidos y encontrados se han quedado incontables recuerdos en mi memoria, de años simples, hojas caídas, primaveras desvanecidas, veranos en la playa, de mangos, guayabas, cajuiles y nísperos; del campo y sus cosechas. 

Recuerdos renacen al amanecer, en las montañas, en el olor a campo donde retoñan mis remembranzas de días prolongados, entre el viene y va de una hamaca, en el sillín de una bicicleta. El columpio me embrujaba cuando el viento tocaba mis mejillas. Caballitos voladores, mariposas, atrapando cocuyos en botellitas de vidrio, y grillos en funditas vacías de esquimalitos, en el recreo cuando estudiaba en la escuela Canadá, allá en el Bani de mis recuerdos.
Escarabajos (catarrones) cubría su caparazón, como si estuvieran en una competencia, con tapas de refrescos embotellados, se movían de un lado para otro, en las noches, recostada en el piso fresco de la galería de mi casa. Lápices de colores, dibujos, garabatos en mis cuadernos de la escuela. El arco iris, lloviznas, gotas finas tocaban mi tez color canela, dorada por el sol tropical; quemaba mi espalda.

Don Quijote De La Mocha

Con opulenta gallardía, porte militar, esbelto, languidezco, obstinado. Su cabeza erguida, mirada perdida hacia el sol. Sujetando al lado izquierdo de su cintura, una vaqueta de cuero, en la cual resguardaba su espada, sin filo (una mocha). Se jactaba de sus innumerables medallas tapitas de refresco martilladascuales nombraba cada una por sus  cuantiosas batallas. Un traje militar improvisado, ropa ancha aliñada, en la que encajaba su cuerpo huesudo. Marchando de un lado para otro frente a la acera de su casa. Un jinete sin caballo; al menos uno de madera rechinante y con balances (mecedora)donde la siesta sin horario, apaciguaba su interminable cabalgata; en su montura, hecha con retazos de tela. Nomenclatura de caballero real, pelo blanco y un bigote señorial. Una lanza con aspecto de escoba, resguardaba su valentía. Ladridos, perros escoltaban, su jornada en las anchas llanuras de su mente. 

CARACTERISTICAS DE LA COCINA TRADICIONAL


Campesina Cocinera Dominicana

Es indiscutible la influencia que tienen los alimentos en nuestras vidas. Desde pequeños nos hemos acostumbrado a los aromas característicos de cada comida única y especial. Sensaciones, recuerdos entretejidos entre nuestro cerebro y paladar. Evocan memorias, sentimientos entrelazados en nuestra identidad; cuando degustamos un platillo simple o muy elaborado con esmero, pasión y amor por quien los cocina. No solamente satisfacen nuestro apetito físico, sino también sacian nuestros recuerdos, en  lo más recóndito del alma. Todo este proceso conlleva preparar paso a paso, rebuscando hierbas, especias, colores, texturas, olores y sabores incorporados en un platillo; tal como pondría un artista su obra de arte en un lienzo. 

UN DIA DE APRENDIZAJE (parte dos)

 parte uno... 

La verde y exuberante vegetación, emanaba sus aromas; flores, matorrales; colores alucinantes. Añorábamos la tierra seca, aunque las piernas se nos pusieran cenizas del polvo que levantábamos con nuestros acertados pasos, en calles sin pavimentar, cubiertas con cascajo o piedras de rio, no aceras; caminos vecinales. Caminitos entre una casa y otra. Trillos entre parcela y conuco, camino real. Sillas forradas con fibras de guano, piso de tierra o empañetado con cemento; paredes en madera por fuera, planchas de cartón de piedra, pleibú (plywood) dividían aposentos, cortinas de tela y encajes, livianas. Lampara de gas, velas, velones, lamparita humeadora. La puerta del frente de algunas casas, en ocasiones, siempre abierta; techo cubierto por canas de palma, desgastadas planchas de zinc; pocas casas con paredes de bloques, de concreto. Techo (plato) de cemento. Colores alegres, rustica madera, empalizadas alambradas. Distinguían cada vivienda única con sus plantas flores y arbustos. 

UN DIA DE APRENDIZAJE (parte una)

"Quien mucho vive, más recuerda. Meditando con mente fotográfica, evocando aquellas estampas eternas, crecieron conmigo, se alojaron en un rinconcito de mi alma. Me encanta volver a ellas, rescatando lo aprendido y reviviendo lo olvidado".  

De dos en dos. Emprendíamos el día en un mandato, cual voluntariamente por amor al prójimo compartiríamos con nuestros vecinos, en el campo y la ciudad. Partiendo de un lugar todos juntos recorríamos calles, vecindarios, barrios del pueblo. De Este a Oeste, de Sur a Norte. Caminando de casa en casa, en las mañanas antes del mediodía, tardes después del almuerzo; días entre semana o sábado más que domingo. Día caluroso y húmedo en medio de caminitos y parajes, cuales recorríamos desde temprano en la mañana. Comenzaba el sol de las 10:00 am a calentarnos hasta los pensamientos. De casa en casa observando nuestras vecinas haciendo sus oficios domésticos. Jovencitas sentadas en desvencijas sillas de guano, muebles de palito color azul pastel. Niñas, jovencitas,  mujeres adultas, desgranaban guandules, otra limpiaba el arroz, alguna que otra llegando del mercado, el ventorrillo o de la pulperia/colmado, con su macuto lleno. Cada una de ellas ayudando a quien estuviera cocinando, en ese día.